Todos
tenemos en nuestro imaginario reciente la idea de la más significativa
innovación radical a la que hemos asistido en bibliotecas desde hace unos años:
el OPAC. El OPAC, permitía consultar los fondos de la biblioteca desde casa,
externalizando una idea nueva de biblioteca, como una institución más moderna,
accesible y cercana. De hecho, se amplió la autonomía del usuario al dar nuevas
funcionalidades antes únicamente asumibles in situ en la biblioteca, y
realizables por el máximo guardián del templo del silencio y el saber: el
bibliotecario.
Una
innovación radical podría ser tratar de traspasar una barrera que se le
presenta al usuario de forma habitual en la biblioteca, según enuncian Pat
Gannon-Leary y Michael D. McCarthy: la clasificación y ordenación de los fondos
de la biblioteca. Y si tenemos que destacar algo en primer lugar obviamente
será la más obvia limitación para el usuario: la utilización de la
Clasificación Decimal Universal en la biblioteca pública. Es una clasificación
francamente útil para bibliotecas especializadas, pero en una biblioteca
pública no simplifica, sino que complica la localización de las obras de
interés general.
Si
se crease algún método alternativo, se paliarían muchísimos problemas y arduas
e inacabables explicaciones sobre su ordenación e implantación.
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