En nuestro país, los bibliotecarios que desempeñan su labor
en una biblioteca municipal o de pequeño
tamaño han recibido muchas veces injustamente una minusvaloración en cuanto a
su reconocimiento social, que a veces ha desembocado en un victimismo
exacerbado, generando una desidia profesional nada favorecedora para la imagen
del profesional, que parece asumir su falta de valía.
Pero como vacuna contra esta enfermedad ,se está imponiendo
poco a poco pero con paso firme un cambio operado por estos mismos
profesionales que aman su profesión y se dan cuenta “del deseo de liderar
proyectos útiles para la comunidad y de aplicar sistemas de trabajo modernos…
que puedan sostener el modelo de biblioteca pública que necesitan los
ciudadanos en este país para no continuar siendo el patito feo de la cultura”
(Roser Lozano, 2006)
Para ello, es necesario
innovar poniendo en valor el conocimiento.